Hoy es 9 de febrero, tu último día de trabajo, ya te jubilas. Los carnavales sí que hubieran supuesto un excelente punto y aparte.
Ya no coincidiremos más a primera hora en la sala de ordenadores pero rehuso desde este momento a cantar más sobre lo perdido, siempre de lo mismo. Será mejor disfrutar, como aquella vez, de un excelente pannettone ¿No te parece?
Sólo escribiré de lo que he ganado al haberte tenido como compañero.
El vacío en este terreno carece de lógica - es curioso que también la vida-, no existe. Acaso serán los huecos en los que pueda anidar la añoranza de un último cigarrillo a la puerta.
Pero los míos los has convertido en grávidos rincones, densos, decorados con sutiles toques de historias, viajes -20000 leguas en 80 días y 1001 noches; first Manhattan, then Berlín- y abrazos que nunca nos dimos porque, sencillamente, sobraban:el gesto en la ocasión precisa resulta suficiente.
Aquel día del 93, comienzo de curso, empecé con una cartera aún por llenar; tomé asiento con la enorme suerte de encontrarte allí, al cabo de las múltiples ventanas que se abrían a un nuevo mundo nervoso. Guiaste los primeros y torpes pasos entre los cantos, las miradas que nacían deslumbradas a las exuberantes nubes, levantaste puentes para que sorteara los tajos en los que faltaban redes.
A golpes secos de sable, tu voz tronaba palabras desconocidas, pegadas en los libros aún ignotos y en los que los días son los del pasado, presente futuro.
Así sembraste alumnos y profesores, el tiempo muestra los frutos, nos cuidaste con el mimo de un fiel hortelano conocedor del oficio del que torna monegros en fecundas riberas a lomos de ebros.
Me has hecho mejor de lo que era, me has hecho comprender de un minuto en un instante. Desde aquel primer encuentro la vida merece más la pena, me has hecho ver los intangibles para los que estaba ciego .
¿Existe mejor muestra de amistad? ¿Habrá quien se atreva a ponerlo en duda?
Llega el momento de brindar, beber y….!Por supuesto! de comer chocolate.